“Desde el cielo, como las veía Dios, vieron las ruinas de la muy antigua y heroica ciudad de Cartagena de Indias, la más bella del mundo.” Esta es sólo una de las muchas citas que el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, fallecido en 2014, dedicó a una ciudad colombiana que renace en el siglo XXI como uno de los lugares más recomendables de Colombia gracias a sus calles coloridas, ese encanto colonial o el ambiente bohemio que inunda Cartagena de Indias, la ciudad favorita de Gabo.
El Caribe cabe en un barrio
Hay algo de atrevido en la ciudad de Cartagena de Indias, joya portuaria del antiguo imperio español convertida hoy día en el mayor proyecto de un gobierno empeñado en revivir el encanto de su casco antiguo e, incluso, invitar a jóvenes artistas a convertir esta ciudad del Caribe colombiano en una singular meca del arte callejero. Siempre, eso sí, respetando la esencia histórica de esta ciudad por cuyas calles Gabriel García Márquez paseó en más de una ocasión buscando inspiración para obras míticas como El amor en los tiempos del cólera.
El Casco Antiguo de Cartagena, designado patrimonio de la Unesco en 1984, se deja envolver por la Laguna del Cabrero y la Laguna de San Lázaro, canales que convierten esta zona en una especie de Venecia del Caribe cuya mejor entrada será a través de la mítica y puntiaguda Torre del Reloj, monumento elevado en mitad de la muralla de diez kilómetros que envuelve la ciudad fundada por Pedro de Heredia en 1533.
A lo lejos, la cúpula de la iglesia San Pedro Claver parece vigilar todos esos tejados y jardines tropicales, una de las muchas iglesias que salpican la parte antigua, donde no faltan la Iglesia de Santo Domingo, también de colores cálidos, o la Iglesia de la Santa Orden, de orden romano. El Museo de la Inquisición, completado en 1776, alberga hoy día los ecos de tan infames épocas gracias a una serie de instrumentos de tortura y cámaras tenebrosas como escaparate de un museo cuanto menos curioso. Una oscuridad que despejamos tras un paseo por el exótico Mercado Bazurto, meca del bullicio caribeño y bocados curiosos, como el guisado de tortuga de río.
Los balcones floridos y los colores de las casas coloniales nos dan la bienvenida al barrio de Getsemaní, última (y bohemia) sensación de la ciudad. En este barrio las palenqueras, descendientes de los esclavos africanos, se contonean con sus vestidos cargando fruta sobre la cabeza y los hostels dejan brotar jardines tropicales en sus patios. Getsemaní simboliza arte, cultura y, ante todo, vida joven gracias a los muchos mochileros que pasan los días entre visitas culturales con zumo de frutas en mano, bares como el Bazurto, donde podremos bailar un mix de ritmos que abarca desde el reggae a la cumbia, o incluso clases de salsa en la Plaza de la Trinidad.
Al otro lado de las murallas, la aventura no se detiene, pudiendo tomar un barco hacia las paradisíacas playas de Isla de Tierrabomba o, para amantes del hiking, trepar por las faldas del Cerro de la Popa, una cima que nos aproximará algo más a ese viaje en globo desde el que Juvenal Urbino y Fermina Daza contemplaron una vez las maravillas del Caribe colombiano.
Escrito por: Alberto Piernas
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