Veamos si lo tengo todo, huummm… ropa de batalla, unas camisetas, un par de pantalones, gorra, botas, chanclas, algo de abrigo, saco de dormir, manta, toalla, bañador, aseo y botiquín, algo de comida para los primeros días, un par de libros, los documentos necesarios… Pues sí. Último vistazo al vehículo y a tirar kilómetros.
Yo personalmente me muevo en una furgoneta camperizada, o sea, habilitada para dormir en ella, con una cama, una mesa, una pequeña cocina y depósito de agua. Una joya. Eso sí, bastante vieja (Los Ronaldos triunfaban cuando tuvo su primer dueño, no digo más) y alta, por lo que también resulta lenta; 1.400 kilómetros a ochenta por hora no son broma, os lo aseguro.
Además, tengo la manía de evitar las autopistas. No sólo por la cuestión económica, que también, sino porque no hay nada más aburrido para conducir que una autopista. Sobre todo a ochenta por hora. Así que haré muchos trozos de carreteras nacionales y secundarias, y bastante retorcidas. Total, ya que voy a tardar dos días, por lo menos ir por sitios bonitos…
Combustible, paciencia y buena música, las claves de un viaje feliz en furgoneta.
Hago la primera noche en un pequeño pueblo del sur de Francia, entre Tarbes y Toulouse, entre las arènes (o sea, la plaza de toros, que en el Midi hay mucha afición) y la iglesia; un aparcamiento tranquilo con un pequeño parque, una fuente y un bar tabac ya cerrado. Por la mañana, sin embargo, Francia me proporciona mi primer placer: un croissant recién hecho. Las buenas sensaciones se imponen.
El segundo día enfilo hacia el centro de Francia: Albi, Rodez, Le Puy, Mende. Una zona que no conozco pero me sorprende gratamente, especialmente poco “civilizada”. Pero apenas me detengo, apurado por la fecha marcada. Llego a les causses, unas mesetas en la región de Cévennes que ya conocía pero me siguen cautivando. Espacios abiertos, pinos y sabinas, y algo de pastoreo. Mongolia en Francia.
Quesos apestosos pero deliciosos, horarios infames y un idioma sobrevalorado; bienvenue en France.
Y llego al Ardèche, mi destino. Es un departamento, o provincia, regado por el río que le da nombre (entre muchos otros), y por el gran Ródano, junto al que se arremolina la mayor parte de la población, dejando el resto al cuidado y disfrute de un puñado de pequeñas ciudades y muchos pueblos de pocos vecinos. También hay mucha población dispersa en granjas entre colinas escarpadas y valles boscosos.
Es una zona agraria, poco poblada, tranquila, lo suficientemente lejos de las grandes ciudades (por aquí, Lyon) como para convertirse en un parque de domingueros. Propicia para los amantes de los deportes de exterior y de aventura, los típicos autocaravaneros jubilados del país vecino, los hippies tardíos, los neo-rurales y los trabajadores agrícolas de temporada, como servidor.
Bueno, últimas curvas y hemos llegado. El viaje termina con los saludos de rigor a los jefes y viejos compañeros de fatigas de años anteriores. Mañana a las siete arrancamos la temporada. Entendido. Entonces, lo otro era simplemente desplazamiento; ahora es cuando comienza el verdadero viaje.
Escrito por:Víctor Zamorano Blanco
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